viernes, 29 de junio de 2007

TioPe

En esas dos sílabas resumo tanto... Abrevio y recuerdo, vuelvo a ser niño y miro hacia adelante, hacia el horizonte de un viaje en tren para llegar a tiempo a las procesiones o de una noche en vela viendo partidos de baloncesto en aquella habitación encantada de los papeles y los tesoros, del caos en orden y de la vida entre cuatro paredes. En esas dos sílabas me caben la película ideal de una tarde de vacaciones, los ingredientes precisos de un menú delicioso, las historias del pasado a medio vislumbrar, la militancia de las asambleas en tiempos difíciles y las peripecias de los veranos, los jaques mates y los gambitos de dama, los buenos ratos con el "Pequeño País" y los agridulces con el Atleti (gracias por llevarme de la mano a la fe colchonera), los mejores regalos de Reyes y esos ruidos de la puerta a media mañana, que me la alegran con tu café. A quien Dios no le da hijos (que sepamos), el diablo le da sobrinos, dicen. No se te ve muy disgustado con el castigo. Yo doy gracias por un TioPe así. ¡Feliz cumpleaños!

lunes, 25 de junio de 2007

Peregrinando

Hoy es la víspera de la Peregrinación de los jóvenes de nuestra diócesis a la Peña de Francia, un camino que en esta ocasión les llevará hasta Guijuelo, para desde allí partir hacia el Santuario, bajo el lema "Señor, dame de esa agua". En tal circunstancia, hace un año, estaba preparando con ilusión la mochila, acomodando el saco de dormir y repasando el itinerario que pronto iba a emprender junto a una treintena de peregrinos. Porque, extrañamente, el año pasado ya había concluido mis exámenes. Fue la Peregrinación de 2006 una experiencia intensa, pues en apenas cinco días se acumularon las conversaciones, los silencios y los cansancios. Se aparecieron en el camino compañeros de viaje y de búsqueda, y en ellos se iba haciendo presente Jesús: "Venid y lo veréis". Aparecieron viejos conocidos y benditos descubrimientos. Surgieron preguntas y sonaron canciones. Guardé instantes y atesoré recuerdos. Caminé solo y acompañado. Y sé que me gustaría volver a hacerlo, y que esta víspera echo de menos la mochila y los nervios. Echaré de menos las cerezas de Valbuena y aquel juego itinerante por Aldeacipreste, la procesión con la Cruz en Montemayor del Río y las señoras de Lagunilla cantándole a Don Carlos, la adoración del Santísimo en Valdelageve y el arte de un albercano en la noche cálida de Sotoserrano, la piscina natural de Las Mestas después de rezar con la Creación y el sendero solitario hacia Las Batuecas, las ampollas que curé y la sed que me aliviaron, la subida agreste por el Portillo casi perdiendo el aliento y la alegría de hollar la Peña en pos de la Virgencita encontrada por Simón Vela, nudo de tantas devociones. Mi devoción de esos días fue la de Emaús, la de dejarme encontrar mientras buscaba, la de compartir cada tarde la Eucaristía y muchas palabras con jóvenes de hoy, con curas y hasta un obispo, con gentes que se asomaban al sentir nuestras pisadas, y que se entregaban, quizá viendo en nosotros la esperanza que tuvieron y recuperaban. Supongo que esas palabras, o al menos algunas de ellas, se encarnaron, y todavía tienen mucho que decir. ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino?

sábado, 23 de junio de 2007

Odiosos médicos como dioses















Reconozco que había aparcado en el recuerdo el proceso judicial iniciado contra el Doctor Montes y demás facultativos de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, tras la denuncia anónima de sedaciones que habían precedido la muerte de muchos pacientes. Sedaciones cuanto menos dignas de ser cuestionadas y revisadas. Hace dos años, al conocer la historia, pronto adiviné que tras ella se encontraba lo que el juez ha dictado en su auto: "mala práctica médica". Era evidente. El magistrado no ha encontrado argumentos para definir responsabilidad penal, ni siquiera por imprudencia, pues resulta imposible, sin los datos de las autopsias que no se practicaron, establecer relación causa-efecto entre sedación y muerte. De acuerdo. Pero se afirma la "mala práctica médica", y se reconocen cuatro sedaciones contraindicadas pues había tratamiento médico activo para la enfermedad (¿no es esto imprudencia aunque no haya dolo?), y proliferan las lagunas en las historias clínicas, y se prueba que veinte pacientes en coma profundo fueron sedados: ¿para paliar qué dolor?, ¿para aumentar el riesgo de parada respiratoria?. Libres de responsabilidad penal, celebran el Doctor Montes y demás compañeros mártires su inocencia. Médicos inocentes acusados de "mala práctica médica". ¿Dónde está el motivo de su felicidad? Ahora se encuentra la pelota en el tejado del Colegio de Médicos madrileño, que en buena lógica debería sancionar de algún modo a estos colegiados. Desconozco si lo hará (¡ay el corporativismo!), y quizá ya no seguiré el rastro de estos futuros colegas, pero lo sabido me basta para juzgar los hechos con tristeza. Triste por la guerra desatada en torno al caso, guerra de partidos y sindicatos, de banderías tan lejanas a la esencia de la profesión. He leído que todo se debe a una maniobra para desprestigiar a la sanidad pública que tiene por baluarte al Severo Ochoa, "un hospital de izquierdas" (¿eso qué es? ¿que sólo hay habitaciones y quirófanos a la izquierda?). He visto un documental panfletario, "El Severo me duele", dirigido por un médico, El Gran Wyoming, promotor junto a otros de festivales y demás saraos en pro de Montes y cía., cesados hace dos años tras las denuncias. Gracias a Dios que el consejero tomó la decisión y abrió la investigación con estos médicos ya alejados de los enfermos: ha disminuido un 50% la mortalidad en Urgencias de ese hospital desde entonces. Para algunos, su origen en la denuncia anónima desacredita éticamente el cese. Escrúpulos éticos quiero yo cuando llega la familia para deshacerse del abuelo que estorba y molesta y recurre a las Urgencias de Leganés, donde sin mayor rubor lo pasaportan. No al terminal de cáncer que va a morir con dolor un viernes por la tarde y muere sin él un miércoles por la mañana, sino al que todavía puede vivir y humana y científicamente se puede y se debe auxiliar, porque no es otro el deber del médico. No es la enemiga de la Medicina la muerte, que ya fue vencida por quien vencerla puede, sino la enfermedad, y en ella la agonía resulta el momento más cruento. Bien está renunciar al encarnizamiento terapéutico, a la obstinación y las medidas desproporcionadas; mal, muy mal, pactar con la muerte, anticipar acontecimientos, optar por lo fácil en forma de inyección más próxima a lo mortal que a lo paliativo. Me asquea que haya médicos que encuentren en este trance motivos para el posicionamiento ideológico, para expresar quién sabe qué ideas que afloran a costa del paciente, como si la bata blanca o el pijama verde los revistiera de autoridad para constituirse en señores de la vida y de la muerte, prescribiendo recetas sin vuelta atrás. Como si el Juramento Hipocrático fuera papel mojado. Siempre nos quedarán galenos como el de la pintura de Sir Luke Fildes, que permanecen junto al paciente, sin otras armas que su saber limitado y su debilidad humana, libres de mesianismos y soluciones finales con que ensuciar su arte.

jueves, 21 de junio de 2007

El sueño de una noche de verano

Esta es noche de solsticio de verano recién bautizado con el fuego mágico sobre su piel todavía blancuzca y escondida. Es noche de ascuas crepitantes que atestiguan la expiración de la primavera, que aventuran el principio del fin mientras no dejamos, unos y otros, de soñar. Esta noche es noche que adelanta el solsticio popular de las hogueras: "Aserrín, aserrán, maderitas de San Juan". Pronto echará chispas la luna en noche de aquelarres y conjuros, de supersticiones superpuestas a plegarias... y nosotros seguiremos soñando, y no haremos otra cosa sino soñar. Quizá soñamos con verbenas donde "revolotean las faldas bajo un manto de guirnaldas", que es la Fiesta de Serrat. Fiesta en la que las banderas de papel eran lilas o verdes, lo que compartíamos era la tortilla o la mujer, y a la muchacha la magreábamos o la abrazábamos. Según las versiones. Pero siempre, el bien y el mal despertaban, y por una noche todo se olvidaba. Pasaban la noche soñando, quemando la cruda realidad, soñando los sueños por fabricar en una noche demasiado corta. Porque lo bueno si breve, más breve resulta. Y en noche tan escueta, tan ardiente, tan inflamable, se apresuran los soñadores a soñar. Nos apresuramos. "Apurad, que allí os espero si queréis venir, pues cae la noche y ya se van nuestras miserias a dormir". Y entonces sueño que la fiesta no se acaba nunca. Sueño que en esta noche no hay tierra de nadie donde el fuego es aún más devastador. Que no hay guerra ni canciones para después, porque la única que pensé entonar no fui capaz de escribirla. Sueño que esta noche tiene un mucho de mí y un todo de los otros conmigo. Sueño que algunos días sin nombre fui feliz y ahora le pongo nombre a los días para serlo siempre, para hacer de cada noche de verano un sueño interminable más allá del alba, cuando me abrase los pies bajo las estrellas.

lunes, 18 de junio de 2007

Azules en Rioseco

Ayer domingo, de vientos y nubes, y soles tímidos, no procesionaba "La Escalera" por la rúa porticada de Rioseco, ni las casamenteras del lugar habían de procurar rozar apenas el pie de José de Arimatea para ganar su porvenir. Ayer domingo, de azules y buenas compañías, nos porticamos los unos con los otros y tendimos un puente de amistad hacia la otra orilla del Duero. Hicimos corro en los corros de Santiago y Santa María, aporreamos el tapetán con el niño que lo hace debajo de cada paso riosecano y llevamos a golpe de horquilla, hasta lo más alto, el tesoro nuestro de la fe limpia y sencilla. Se nos quedó la boca abierta leyendo Historia Sagrada en la Capilla de los Benavente, desde la admiración por lo que es capaz de hacer el hombre para explicar a Dios, y en cada mirada de cada Jesús doliente comprobamos la manera tan sencilla que Él tiene de explicarse: la mirada de la Cruz. Escribió Unamuno que allí, en Rioseco, "el dolor se serena, y se depura en la Dolorosa", que "no ha pasado más, pasan los pasos". Pasan los pasos como el tiempo, porque ellos son el tiempo. El eje y la cadena al compás de "La lágrima", los gremios convocados por El Pardal apresurándose a las capillas como toda la vida, como toda la muerte. El tiempo reducido a la Pascua y explicado entonces, bien entendido así, y querido. Como se quieren los azules cuando cantan y se ríen, cuando se portican el alma unos a otros y llueve a cántaros al pie del Canal de Castilla. Como se suben las cuestas y se bajan, y se sienta uno a descansar, y se contemplan las torres de arriba abajo y los retablos de abajo arriba. Como se arrima la escalera a la Cruz y todos nos subimos a ella para extender el blanco sudario y rezar así como sabemos rezar los azules. Juntos en el mismo peldaño.

miércoles, 13 de junio de 2007

La generación del Naranjito

Hoy se cumplen veinticinco años de la apertura del Campeonato Mundial de Fútbol celebrado en España, el del popular "Naranjito" como mascota, que además dio nombre a la generación del 82. La que nació bajo el signo de la democracia curtida ya por alguna herida de bala en las entrañas de las Cortes, en el año en que España organizaba un Mundial (que evidentemente no ganó ni por aproximación) y recibía la visita del Papa Juan Pablo II por primera vez. La de quienes echamos a andar cuando no había móviles y mucho menos blogs. La de quienes lo pasábamos bomba con la Bruja Avería, Espinete, Don Pimpón, David el Gnomo y su zorro Swift mientras merendábamos la Nocilla y la mortadela de nuestras madres. La generación de los deberes de "Soci" y "Natu" que aprendió a leer con la cartilla de Micho y la serie blanca de "El barco de vapor". Naranjitos somos los que vimos las Olimpíadas de Barcelona con los ojos de la curiosidad del niño. Los mismos ojos que, ya adolescentes, se nos empaparon cuando un verano mataron a Miguel Ángel Blanco. Crecimos felices y vimos el mundo desde casa, y echamos de menos la casa desde el mundo. Hoy celebramos a nuestro santo patrón cítrico y risueño. Porque somos los mejores y nos queda mucho jugo por exprimirle a nuestras vidas, ¿verdad, Naranjitos?

lunes, 11 de junio de 2007

Creando escuela

Érase una post-procesión del Corpus al estilo "salamorano", rebuscando desde una terraza hornacinas por los muros de las iglesias, recontando medallones de Carnicero para reyes sin corona, repescando anillos en el pez que muere por su boca, releyendo con descaro los dictados de Agustín y refundando la noche dibujando un tirachinas sobre papel de estraza para que un ciudadano del mundo nos interrogase acerca del abono y de todo lo imaginable. Porque noches así crean escuela itinerante de esquina es esquina, del Caño Mamarón a la Cuesta del Palomo, de la sonrisa a la carcajada, del silencio a la canción en los últimos asientos del autobús. Escuela de consejos ciertos y de azules aireando en medio de la noche las ganas de estar juntos, de ir a la escuela de la felicidad cada día, de charlar largo y tendido, de soñar o de soñarse, de estirar las despedidas y nunca decir más que un esperanzador "Continuará"... Porque esto acaba de empezar, y todavía estamos en nuestros primeros días de clase.

domingo, 10 de junio de 2007

Alfonso

Urget nos. Ha dormido prácticamente toda la tarde, cual oso hibernando, como es costumbre en él. No ha cenado, apenas dos cucharadas de sopa para seguir durmiendo. Ya metido en la cama tenía ganas de tertulia, de hablarme de esa hija que va a estudiar enfermería para cuidar a los que estén como papá. Habla poco, pero de vez en cuando le apetece ser escuchado, y nunca faltan al final tres o cuatro sonoros "gracias" que se abren paso entre las sábanas. Hoy pedía morirse de una vez y pronto encontró motivos para seguir viviendo: el amigo que trabaja de sol a sol, el hermano con la clavícula rota, la hija de la foto de la mesilla... Es el pan nuestro de cada jueves, que se hace silencio o herida, que busca (supongo) y encuentra (espero), que toma carne en el hombre y no deja de gritar. Escribía yo esto el pasado noviembre, después de un jueves en la casa, y me refería al bueno de Alfonso. Ayer a estas horas su maltrecho cuerpo agotó las últimas fuerzas y dejó de respirar, y se apagó como se apagaba cada tarde, pero de verdad, encaminándose a otros lugares donde hacerse escuchar con sus silencios, donde abrirse paso con la torpeza tierna de sus pasos contados, de su andador y sus caídas que cada poco nos lo mandaban a la planta de neurocirugía, como aquella noche de otoño en que nos pasamos las horas muertas viendo caer gota a gota el suero de sus dolores de cabeza. Dejó de ingeniárselas para encender los cigarros que le convertían en un amasijo de huesos humeante; de levantar la vista únicamente para saber qué premio se llevaban los concursantes del programa de Jesús Vázquez; de indicar con maestría dónde empalmar los cables para que el árbol y el Nacimiento alegrasen el salón de sus largas postraciones; de esperar con ansia esa escapada a Lourdes de cada primavera, buscando más la amistad que el milagro, y que ahora tenía tan fresca en la memoria; de contestar las llamadas en aquel teléfono móvil con el escudito de su querido Real Madrid, tocado con la varita de la suerte que él no tuvo nunca. Porque Alfonso era madrileño de los de la Iglesia de la Paloma, aunque fuera el pobre que pedía en la puerta. En la puerta de su Paloma del alma llamó ayer a estas horas, y no tengo dudas de que le abrieron de par en par, y él diría "gracias" una y otra vez. Gracias a él. Descanse en paz.

miércoles, 6 de junio de 2007

Corpus Christi


























Tres jueves, dicen, que en el año había

más relucientes que el astro primero
y uno de ellos, con brillos de lucero,
era el Jueves de Dios Eucaristía.

Domingo ahora, ¿acaso importa el día
para alfombrar las losas de romero
al paso del ardiente panadero
amasado en el Pan de la Alegría?

Porque siempre es momento de adorarle
extendiendo a sus pies las bellas flores
que brotan en el alma al contemplarle,

de, en sencilla oración, rendir honores
sabiendo con certeza que, al cantarle,
cantamos al Amor de los amores.


Una alfombra de flores y romero aguarda la llegada del Santísimo Sacramento en la Plaza de Santa María de Carrión de los Condes. Sea por siempre bendito y alabado.

martes, 5 de junio de 2007

Aquí me tienes, nadie me manda

Durante la retransmisión del partido Letonia-España en la SER, José Antonio Martín "Petón", oscense y atlético él, hombre de fútbol que lustra con sus relatos épico-balompédicos los tiempos muertos de "Carrusel Deportivo", apuntó que la vuelta de las blancas medias que calzaban nuestros jugadores suponía un bonito homenaje a la vieja Corona de Aragón. No sé si sumarían cuatro barras de gules sobre campo de oro, porque tanto no llego a distinguir en los tejidos de Adidas, pero en efecto podía apreciarse rodeando espinillas y gemelos algo equiparable a la bandera aragonesa, y por extensión a la catalana, la valenciana y la balear. Un diseño hortera para mi gusto, en la línea de lo que venimos sufriendo en las equipaciones deportivas. La cosa quedó en la anécdota "petoniana" hasta que Roberto Palomar nos obsequió el lunes desde la contraportada de "Marca" con la observación que acompaña en infeliz escaneo estas líneas. Y yo me pregunto: ¿Casillas tiene patente de corso? ¿Por qué no le chirrían como a mí esas cosas rojas de los tobillos de Sergio Ramos? ¿No es más senyera lo de los otros nueve que la versión en dos franjas de Puyol? ¡Ay esa discromatopsia, Palomar! Puede sonar a chisme sin importancia, pero tal y como está el patio ibérico, no me lo parece. El uno felicita, iluso, a la Federación, como si el cuasi-analfabeto Villar tuviese constancia de la existencia de Jaime el Conquistador o Alfonso el Magnánimo; el otro examina calcetín a calcetín la españolidad de los futbolistas, y no puede hacerlo con ojos menos maliciosos. Ojalá aparcásemos de una vez estos complejos y pasase al baúl de las derogadas la ley que castiga al deportista que desoye la convocatoria del equipo nacional. De ese modo, sólo se pondrían la camiseta roja, o blanca o azul, de nuestra esperanza quienes lo hicieran desde el orgullo y la libertad, como creo hacen Xavi y Puyol. Habría menos aspirantes a vexilólogo en la redacción de "Marca" y tendríamos más trofeos en las vitrinas.

lunes, 4 de junio de 2007

Teología de los cestos de pan
















Entre las especulaciones sobre posibles pactos postelectorales, las diversas crisis y dimisiones en partidos políticos, los últimos coletazos del juicio del 11-M y la ansiada letra del himno nacional que nuestros campeones quieren poder cantar en el podio de sus gestas, ha encontrado hueco en las portadas una celebración de la Eucaristía. En concreto, la que ayer tuvo lugar, al aire libre, junto a la famosa Parroquia de San Carlos Borromeo, en el populoso barrio de Entrevías, el madrileño Puente de Vallecas. Parroquia que ha visto cómo el Cardenal Rouco Varela ha decretado su cierre temporal para proceder a su "sanación canónica". ¿Sanación? ¿De qué estará aquejada esta comunidad? Al parecer, de seguir la "teología de la liberación", y además, desde hace treinta años, nada menos. La liberación que predican los curas de Entrevías es su opción por los pobres, por los últimos de los últimos, o sea los primeros entre los primeros de las Bienaventuranzas. Proclaman así la Caridad si no enfrentan al hombre con el hombre. La liberación que predican es su confianza en un cielo nuevo y una tierra nueva. Siembran de este modo la Esperanza si no la abonan a costa de la libertad de los hijos de Dios. La liberación que predican es su creencia en un Jesús liberador. Enseñan pues la Fe si no buscan otra acción salvadora que la Cruz en el centro mismo de los siglos. ¿Sanarlos nosotros si confesamos con Pedro e Isaías que sus heridas nos han curado? ¿Liberarnos nosotros si la verdad nos hará libres y Él es la Verdad?

sábado, 2 de junio de 2007

Camisa roja de mi esperanza

¡Qué rabia leer estos días a los redactores de la prensa deportiva o escuchar a algunos comentaristas de los programas radiofónicos de medianoche! ¡Indignados porque la Liga se interrumpe para que dispute dos encuentros la selección española! Pues claro. Los años impares hay que clasificarse para que en los pares empecemos el verano con una eliminación en el Mundial o la Eurocopa, lo que toque. Porque cuando no haya penalty fallado en el último minuto por el que llorar ni árbitro ladrón al que echar las culpas nos parecerá que no habrá después vacaciones en que olvidar la tragedia. Cuando no haya prórrogas por sufrir ni camisetas rojas por lucir aunque sea un par de semanas, nos acordaremos de estos partidos en Riga o en Vaduz, que suponen un coitus interruptus para los adictos a los Madrid-Barça pero tanto nos "ponen" a los que preferimos un España-Malta con once goles por marcar... que siempre acaban siendo doce. Quererte tanto, nos cuesta nada.