Siempre llamó mi atención en las visitas a los álbumes familiares esta fotografía en que jóvenes madres de Sancti Spíritus posan con sus retoños junto a un pequeño altar presidido por el icono mariano del Perpetuo Socorro. Hoy me decidí a levantarla de su asiento y obtuve premio, pues la he datado: en el reverso figura el sello de Fotografía Navas, de Martín de Yeltes, y una fecha también sellada, 21 de junio de 1954.
Al paso de Jesús Sacramentado se presentaba a los niños implorando larga y venturosa vida para ellos. Deteniéndose por un instante en el altar engalanado para la ocasión, el Señor impartiría su amorosa bendición sobre esos pequeños vestidos de blanco y esas madres tocadas con negro velo. La cera y las flores, quizá también algún canto popular, enmarcaban el sencillo gesto del Jueves de Corpus.
Hoy aún conservamos la procesión del Santísimo Sacramento, presencia real de Dios por las calles de nuestros pueblos y ciudades. Alfombras de flores la acogen devotas, terrazas de domingo la advierten indiferentes, comitivas de turistas se la topan curiosas. Pasa Dios entre los hombres entre miradas diversas. Pasará en este Corpus, pasará el primer domingo de junio cuando la Vera Cruz lo lleve por el Campo de San Francisco, y cada día pasa. Algunos le dan la espalda, otros se sienten interpelados. Pero Él pasa para quedarse, y a su paso recuerdo la fotografía del 54, cuando en blanco y negro buscaban unas madres, como mi abuela, la bendición de Dios para su hijos, como mi padre.
Al paso de Jesús Sacramentado se presentaba a los niños implorando larga y venturosa vida para ellos. Deteniéndose por un instante en el altar engalanado para la ocasión, el Señor impartiría su amorosa bendición sobre esos pequeños vestidos de blanco y esas madres tocadas con negro velo. La cera y las flores, quizá también algún canto popular, enmarcaban el sencillo gesto del Jueves de Corpus.
Hoy aún conservamos la procesión del Santísimo Sacramento, presencia real de Dios por las calles de nuestros pueblos y ciudades. Alfombras de flores la acogen devotas, terrazas de domingo la advierten indiferentes, comitivas de turistas se la topan curiosas. Pasa Dios entre los hombres entre miradas diversas. Pasará en este Corpus, pasará el primer domingo de junio cuando la Vera Cruz lo lleve por el Campo de San Francisco, y cada día pasa. Algunos le dan la espalda, otros se sienten interpelados. Pero Él pasa para quedarse, y a su paso recuerdo la fotografía del 54, cuando en blanco y negro buscaban unas madres, como mi abuela, la bendición de Dios para su hijos, como mi padre.