martes, 20 de febrero de 2007

Alcina

Me decía mi acompañante de esta tarde, diestro en ambas lides, que los instantes anteriores a que se abra el telón le recuerdan a los previos a la apertura de la puerta para salir en procesión. Y sí, claro, teatreros somos, unos y otros, y en el camino nos encontramos, sea para ensalzar lo divino o para recrearnos en lo profano. Este Martes de Carnaval hemos disfrutado con lo segundo, en la cuasidesnudez de los cuerpos atrapados en el reino de Alcina y en la levedad de las almas, envueltas en pasiones confundidas que desembocan, como no podía ser de otra manera, en el triunfo del bien sobre el mal por medio del amor. El pan nuestro de cada día y las migas nuestras de cada noche. Así cantaban los "stigios" entunicados cuando Ruggiero, la dulce Amparo hoy barbuda, rompió el hechizo de Alcina: Dopo tante amare pene, già proviam conforto all'alma; ogni mal si cangia in bene, ed al fin trionfa amor. Fortunato è questo giorno, che ne reca bella calma, dell'inganno e insidie a scorno già festeggia il nostro cor. Después de tan amargas penas, nuestro espíritu se consuela y todo lo malo se transforma en alegría, pues al final triunfa el amor. Dichoso sea este día, que nos trae la paz despreciando las intrigas y mentiras. Nuestros corazones están en fiesta. Haendel concluyó Alcina el Miércoles Santo de 1735, y a la semana se estrenó en el Covent Garden de Londres. Anoto la ópera barroca en mi cuaderno de placeres a no desatender.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con espectadores tan bien dispuestos da gusto explicar una ópera de trés horas... rara avis en Salamanca, Alcina dió paso a una cuaresma intensa y a una semana de pasión floreciente en amistad.

Los barrocos sabían lo que hacian...

Ah! Cor mio...

Lucano dijo...

Y lo sabían muy bien. Gracias por estos caminos abiertos y por tantos días grandes. Seguiremos andándolos y viviéndolos, si Dios quiere.