lunes, 25 de junio de 2007

Peregrinando

Hoy es la víspera de la Peregrinación de los jóvenes de nuestra diócesis a la Peña de Francia, un camino que en esta ocasión les llevará hasta Guijuelo, para desde allí partir hacia el Santuario, bajo el lema "Señor, dame de esa agua". En tal circunstancia, hace un año, estaba preparando con ilusión la mochila, acomodando el saco de dormir y repasando el itinerario que pronto iba a emprender junto a una treintena de peregrinos. Porque, extrañamente, el año pasado ya había concluido mis exámenes. Fue la Peregrinación de 2006 una experiencia intensa, pues en apenas cinco días se acumularon las conversaciones, los silencios y los cansancios. Se aparecieron en el camino compañeros de viaje y de búsqueda, y en ellos se iba haciendo presente Jesús: "Venid y lo veréis". Aparecieron viejos conocidos y benditos descubrimientos. Surgieron preguntas y sonaron canciones. Guardé instantes y atesoré recuerdos. Caminé solo y acompañado. Y sé que me gustaría volver a hacerlo, y que esta víspera echo de menos la mochila y los nervios. Echaré de menos las cerezas de Valbuena y aquel juego itinerante por Aldeacipreste, la procesión con la Cruz en Montemayor del Río y las señoras de Lagunilla cantándole a Don Carlos, la adoración del Santísimo en Valdelageve y el arte de un albercano en la noche cálida de Sotoserrano, la piscina natural de Las Mestas después de rezar con la Creación y el sendero solitario hacia Las Batuecas, las ampollas que curé y la sed que me aliviaron, la subida agreste por el Portillo casi perdiendo el aliento y la alegría de hollar la Peña en pos de la Virgencita encontrada por Simón Vela, nudo de tantas devociones. Mi devoción de esos días fue la de Emaús, la de dejarme encontrar mientras buscaba, la de compartir cada tarde la Eucaristía y muchas palabras con jóvenes de hoy, con curas y hasta un obispo, con gentes que se asomaban al sentir nuestras pisadas, y que se entregaban, quizá viendo en nosotros la esperanza que tuvieron y recuperaban. Supongo que esas palabras, o al menos algunas de ellas, se encarnaron, y todavía tienen mucho que decir. ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino?

1 comentario:

Lucano dijo...

Mientras escribo, los peregrinos ya habrán comenzado el camino último, la etapa final que les llevará a la Peña. "Ultreia et suseia! Deus adjuva nos!"