martes, 14 de agosto de 2007

Nadie es huérfano en el mundo

Los doscientos minutos de Don Bosco, la película de Lodovico Gasparini para la RAI, se nos han hecho cortísimos a Carlos y a mí. Seguramente por la sonrisa de Juan, por su fe inmensa en la Providencia, fe contagiosa como pocas. También habrá sido por la ternura de Mamá Margarita, y por la forma en que la desesperación de los muchachos que vagaban miserables por las calles del convulso Turín, azotado por el cólera, se tornaba en confianza en un futuro que dependía de ellos y de su libertad de hijos de Dios. Porque lo habían descubierto, se habían reencontrado. En la pobreza alegre de Valdocco. En la sencillez ambiciosa de Don Bosco, que quería la felicidad para todos. Porque allí ser santo consistía en estar contento y Domingo Savio terminó por sonreir de puro bueno. Porque el dolor formaba una línea discontinua con la alegría pero siempre había motivos para sentirse amado y mirar hacia adelante confiando en los Auxilios de la Madre. "Veréis lo que son milagros". Y lo que son manos puestas a la obra y corazones abiertos al Padre, confiados plenamente en el hombre, que nunca es huérfano porque siempre hay quien le ama. Algo que tenían claro en el oratorio de Valdocco, verdadera escuela de ciudadanos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya era hora de escribir en tu blog, que cada día es mas sabio. Con esta película me viene a la memoria todas las que he visto gracias a ti, esas que yo pensaba que aburridas y tu decías: "venga que la vemos juntos". Al final terminan siendo de mis favoritas...todo ese cine bélico con el que aprendia historia, porque la mitad de los libros que tu lees me los transmites de algun modo con tus comentarios, así gano luego a mis amigos al trivial... y cuando se me escapa alguna pregunta siempre comento: "vaya, si estuviera aquí mi hermano me la decía"... o ese cine de historias del alma como esta película que tanto em ha hecho pensar. El otro día le comentaba a Bárbara que despues del film había estado pensando lo feliz que podía ser una persona sin un duro, y lo mas importante, lo felices que podían estar tantas personas en torno a nada material... tal vez el dinero no tenía que haber existido ¿verdad Tomás?, tal vez con el mítico trueque todo sería mas sencillo y todas las personas tuvieran que dar algo de si mismos para cambiar por lo que aprecian del otro... bueno tu nunca cambiaste nada conmigo, me lo dabas y punto. Te quiero hermano.

Lucano dijo...

Esto es tocar la fibra y lo demás vulgar "electroterapia" impropia de consultorio rural, jeje. Tienes mucha razón, hermano. A aquel panadero piamontino Don Bosco le pagaba con sonrisas, y en cada hogaza que dejaba a fiar le estaba haciendo más feliz. Yo también te quiero, figura.

LUIS SANTOS DE DIOS dijo...

Bendita la ilusión de los santos, porque ha movido a la felicidad incluso a los más descreídos. Porque no hay santidad sin bondad y en cada hombre bueno hay un santo, sin trueques ni dineros. Y entre nosotros, en mi opinión y como fiel seguidor de Rousseau, hay muchos hombres buenos. Hay muchos hombres santos.
Un saludo,
Luis Santos.

Lucano dijo...

Entonces hemos de estar alegres. Yo también lo creo.