
De Zamora a Oviedo, Clarín. Y el último viernes, también yo. Nosotros. No conocía esta ciudad, ni siquiera Asturias, pese a que existiera un Félix González, a la sazón mi tatarabuelo, que de allí marchó a segar a Salamanca, y se quedó por estas tierras donde el viento sopla a otras horas y los colores atienden a otro desorden. Si Félix hizo del Campo Charro otra patria querida, por ciudad amada tengo ya también al Oviedo de palacios y magnolios, de tilos e iglesias. Oviedo de Regenta y Catedral, de campanas que tejen el himno a cada hora, de Universidad cuatro veces centenaria, de bellas artes y reyes santos, de mesas bien servidas y mejor regadas. Dormiré la siesta para volver allí en heroica travesía por entre las bandadas de palomas del Parque de San Francisco, botánico pulmón, lago de agua, lagar de sidra. Escanciaré las rampas del Naranco para contemplar Oviedo desde San Miguel y Santa María, mientras brille el sol. Sopesaré historia y leyendas para imaginar corte y monasterio, el trono y el altar en Santullano, mientras llueva. Pasaré bajo los arcos: y miraré a la Cruz en su jubileo de ángeles y victorias; y dejaré un beso a los pies del Salvador, epílogo natural del camino jacobeo; y resonará la Salve regina de los sábados en la Sancta ovetensis; y será domingo de regresos, pero habrá merecido la pena. Para entonces, despertaré de la siesta reconfortado a fuerza de sueños y heroicidades.
8 comentarios:
Seguro que mereció la pena. Te lo dice otro Félix que, afincado como el tuyo en estas tierras de siega, también siente especial debilidad por el verde de la señorial Vetusta.
Aprovecha la siesta. Intensamente.
Cordialmente,
Félix
Tomás, es que Vetusta es mucha Vetusta...por no hablar del intrerior de su catedral donde hasta se puede escuchar el frú-frú del vestido de la desdichada Ana Ozores.
Preciosa la fotografía, para soñar durante la siesta vida y desgracias de La Regenta...Un abrazo, Tomás.
Sí, una gran ciudad la de Oviedo, tienen encanto sus plazas recoletas, los edicficios señoriales,el Campon de San Francisco (¡qué vergel!), la buena (y abundante) comida, el caldo asturiano por excelencia: la sidra y la compañía. Éso es lo mejor. Fuimos más nosotros que nunca. Ojalá repitamos pronto.
Un beso.
Mereció la pena, Félix. Intensas horas fueron, como las de siega de tu tocayo.
Es verdad, Lola, se podía sentir a la desdichada Ana Ozores, e incluso los bisbiseos catedralicios hacían imaginar que quien confesaba era el mismísimo Magistral ;-)
CNTRPLT, todo es cuestión de proponérselo, y a sembrar el mapa de recuerdos de días grandes.
De Zamora a Oviedo, Clarín. De Salamora a Oviedo, vosotros. Sigue durmiendo, Tomás, aunque sea una siesta, para retomar los sueños y la compañía. Y a sembrar el mapa de días con nombre y sueños compartidos!!
Besos a los dos.
Zzzzzzz!!!!!
La ciudad que dormía en las primeras horas de la tarde es una de las más bonitas y cuidadas. La Catedral, el Campo San Francisco, las sidrerías, las esculturas urbanas, el Teatro Campoamor y los colores de la Plaza del Fontán. Un saludo!
Los colores y el bullicio del Fontán en horas de mercado y de la Catedral en horas de boda, las esculturas tan variopintas y las especies vegetales, y la sidra, ay la sidra... ¡Un abrazo!
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