domingo, 30 de noviembre de 2008

Una vela encendida

La corona de Adviento de la derecha no está a los pies de un altar, sino sobre una mesa en la que alguien ha colocado un plato. Una mesa cualquiera de una casa cualquiera donde alguien, posiblemente, irá encendiendo los cirios según pasen los domingos de este tiempo preparatorio de la Pascua de Navidad. Las luces eléctricas de las calles se encenderán cuando decida el Ayuntamiento, o la asociación de hosteleros, o El Corte Inglés... pero en esta casa cualquiera alguien ha encendido una luz. Podría ser la luz que ha encendido quien piensa que se está haciendo mayor, y que la enciende por aquellos que no verán cómo se prende esta primera luz del año, tímida lumbrera camino hacia la gran luz en su apogeo de la noche de la Pascua de Resurrección. Muchos no la verán, le he dicho, pero quizá su modesta vela doméstica les ilumine y señale la ruta que conduce a la segunda luz, o a la tercera, o a la cuarta, o alguna luz de algún domingo de algún Adviento. No importa tanto el número como el nombre. Por eso le he pedido que no apague la luz hasta que no se extinga ella misma con el ocaso de un domingo de finales y principios. Ojalá que el Año Nuevo traiga paz y bien de verdad a todos los que miran o son mirados por esa luz de casa, luz de domingo, luz de concordia fraterna. Ojalá, aw šá lláh.

5 comentarios:

Lucano dijo...

;-) Para olerte mejor :-))

Ana Pedrero dijo...

Que traiga paz. Paz y luz, en este caso. Y que sean estos nuestros bienes.

Un beso.

Félix dijo...

Que así sea. Hoy y siempre, para que todos los Advientos traigan una buena nueva. Y nosotros, con la luz encendida, estaremos vigilantes.
Cordialmente,
Félix

Alberto dijo...

Que a todos nos traiga paz y bien.

Un abrazo.

Lucano dijo...

Con bienes como estos, paz y luz, cuánta riqueza la nuestra. Que los busquemos y los encontremos.