lunes, 2 de octubre de 2006

Plaza del Corrillo


Pocas horas tan redondas como las doce del mediodía en las campanas del reloj del Consistorio salmantino, amenizadas últimamente por el coro del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, o sea el Himno a la Alegría. Ha sido esta mañana la banda sonora del abrazo que ya no esperaba, hijo de la providencia, el destino o el azar, según conciba uno la realidad. Abrazo de hasta la vista cerca del rincón de Adares, donde hacen corrillo las despedidas y las casualidades, donde los triángulos no son perfectos... ni falta que hace.

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