jueves, 16 de noviembre de 2006

Un día de los grandes


Tenía delito que, salmantino de toda la vida, no conociera aún La Alberca, visita inexcusable de todo guiri que pasa sus tres meses entre nosotros aprendiendo español. Pues bien, yo no había ido nunca; quizá lo cercano, por tan accesible, resulta ser a menudo lo más desconocido. Lo cierto es que me alegra haber reservado el estreno para este último domingo, y es que el motivo era extraordinario: la reliquia del Lignum Crucis de nuestra cofradía visitó La Alberca, invitados por los peculiares cofrades del Cristo del Sudor. Perfectamente ataviados con sus capas, y al son de la música tradicional, formaron un cortejo que arropó al Lignum Crucis hasta la parroquia de la Asunción, donde Pablo, el cura de "la paz les dejo, la paz les doy", presidió una Eucaristía muy emocionante. Hacía ya tiempo, desde la última visita a Villar de la Yegua, que no vivía una misa de esas de pueblo, con los hombres en el coro alto, las señoras mayores entonando "Cantemos al Amor de los amores" y los monaguillos y monaguillas, numerosos y sin escatimar incienso. Al finalizar la celebración, y tras venerar los albercanos que abarrotaban el precioso templo el Lignum Crucis y la Santa Espina que conservan los anfitriones, fuimos convidados a vino y bizcochos, según la usanza que viene de siglos. Se beben tres barquillos de vino y se comen tres bizcochos, que han de ser de la medida del pie del abad de ese año. Cumplimentado su rito, que de forma excepcional hacían nuestro, seguimos disfrutando: patatas revolconas, tostón, arroz con leche. Y de postre, Santo Rosario para despedir a la reliquia, también muy concurrido, de los del primer misterio de rodillas y el Ora pro nobis en las letanías. Pocos días con tanta solemnidad en el culto, tanta autenticidad en el ambiente y tanta hermandad entre los cofrades. Un gran día para la Vera Cruz.

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