sábado, 20 de octubre de 2007

Hay más alegría en dar que en recibir

Dentro de unos minutos saldré rumbo a una mesa redonda en la que varios voluntarios de Cáritas Diocesana de Salamanca vamos a compartir nuestra experiencia con algunos que se incorporan este año a la familia. Quiero culminar las humildes palabras que les dirija con estas otras realmente brillantes del Papa Benedicto en su encíclica Deus caritas est, manifiesto del amor de lectura imprescindible: La caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar. Y sabe que el desprecio del amor es vilipendio de Dios y del hombre, es el intento de prescindir de Dios. En consecuencia, la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor. Las organizaciones caritativas de la Iglesia tienen el cometido de reforzar esta conciencia en sus propios miembros, de modo que a través de su actuación —así como por su hablar, su silencio, su ejemplo— sean testigos creíbles de Cristo. Testigos creíbles. Testigos coherentes. Para que los cinco panes y los dos peces sigan multiplicándose, como por arte de Dios. Y que los cestos sobrantes se repartan bien, claro. Que los reparta el amor.

5 comentarios:

Ana Pedrero dijo...

Siempre, Tomás, siempre da más alegría dar que recibir. Entregarse a fondo perdido tiene un cierto componente de "egoísmo" (no me malinterpretes) por lo bien que te hace sentir saberte útil. Y no sólo por amor a Dios, sino también por amor al mismo hombre, al prójimo, como esos miles de voluntarios que sin militar en ninguna creencia sostienen las ONGs.
Un abrazo.

Lucano dijo...

Desde luego, Berrendita. Lo recibido gratis, hay que darlo gratis, pero siempre se gana, se llena uno. De esto y otras cosas hemos hablado largo y tendido esta mañana, compartiendo experiencias. Un beso.

Anónimo dijo...

En " éstos dan con alegría" (libro lleno de ejemplos que usamos para las catequesis en AC), una de mis historias favoritas es "El secreto de Sofía".Sofía,era joven católica y polaca que en tiempo de postguerra acaba trabajando como niñera de una rica familia judía (única condición que se le exige para ser contratada:no hablar de Cristo a los niños)... aceptó...una epidemia (de no sé qué) hizo enfermar a niños (a los que desde luego tenía más que ganados con su dulzura y atención) y poco después a Sofía (que la contrajo en acto de servicio, o más bien de caridad)finalmente murió y fue la familia la que recogiendo sus cosas encontraron, el medallón al que la joven llamaba "su pequeño secreto", dentro un papel donde decía: "PUESTO QUE NO SE ME PERMITE HABLAR DE JESUCRISTO VIVIRÉ COMO MANDA JESUCRISTO".La familia entera fue bautizada poco después.
"De la contemplación a la acción" que se dice y a ganar los corazones para el "Amor".
Un beso
Isa

PD:Lo siento, esto de resumir.

Alberto dijo...

Preciosas palabras isa. Me han encantado. Muchas gracias por esa historia.

Un fuerte abrazo.

Lucano dijo...

Qué hermosa la historia de Sofía, aun resumiendo, Isa ;-). Me ha recordado la película "Hijos de un mismo Dios", en la que una familia católica era la que acogía a un niño judío para salvarlo de los nazis.