sábado, 5 de enero de 2008

La agenda de los días sin agenda

Se puede distinguir entre personas que utilizan agenda y personas que no la utilizan, porque no la necesitan o no aceptan que la necesitan. Yo no sé si la necesito (algunos dirían que sí, otros ya no dicen nada) pero pertenezco al primer grupo. Claro que no todos somos iguales dentro de la gran tribu formada por quienes usamos agenda. Ni mucho menos. Por una parte están los de la PDA y por otra estamos los del Papel De Apuntar. En otra clasificación, los hay que usan agenda de curso académico, agenda escolar, de septiembre a... junio. Y tienen un problema considerable. Porque julio y agosto cuentan con páginas pero, ¿quién es capaz de anotar nada concluido el curso? Yo pertenecí a ese atajo de personas en apuros un par de años, cuando me dio por garabatear la agenda universitaria, de septiembre a agosto. Ya no. Ya soy un usuario más de agenda anual, del 1 de enero al 31 de diciembre. Con sus correspondientes diecinueve días y quinientas noches. Y una de ellas, la de los Magos, la de la emoción, la del espectáculo, la de siempre, la clásica, la única, la veterana, la del sonido inconfundible de camellos surcando los cielos, es cuando me llega la agenda y se detiene junto a mis abrillantados zapatos en el salón. Más o menos ocurre así. Con lo cual, del 1 al 5 de enero yo no tengo agenda pero mis días sí. Y la tarde del 6 hago memoria y los pongo por escrito, vuelvo atrás en el tiempo para que esos cinco primeros días del año no se queden huérfanos de garabatos: de una hora, de un lugar, de un nombre como los otros. Entonces: Catedral, Don Perrito, Casa del SIDA, Vera Cruz. Por ejemplo. En el blanco de sus hojas y de sus ojos seré capaz de leer también incensarios y navetas, líricas jocosas, checoslovacos simpáticos, meriendas azules que acaban primero a pie de autobús salamorano y luego a pie de escaleras (siempre escaleras aunque no sean las mismas). Leeré odas desternillantes, quimioterapias extenuantes y ausencias consonantes. Leeré historias en cajas y cajas tontas sin historia. Leeré vinos blancos y empanadillas. Leeré tanto que me iré a dormir dejando a medias la carta a los Magos. Como lo saben todo dormiré tranquilo. A pierna suelta. Mientras me agencian una agenda en la que no falte ninguno de esos días que a menudo me da por nombrar. Y carbón dulce, claro.

5 comentarios:

Lola dijo...

Pues fíjate que siempre empiezo las agendas, las de Taschen (Klimt o Miguel Angel) es que da pena escribir en ellas...bueno a lo que voy que soy más de calendario. Anoto en el calendario Reunion Cofra, Amigo/a tal a tal hora, Cumpleaños a mansalva, y citas familiares...y los estrenos de las películas más esperadas.
Y la agenda la dejo para flores poéticas y flores secas, que luego queda la cosa bonita.
Bueno, Tomás, que vivas esta noche con mucha ilusión.
Un beso.

Anónimo dijo...

A los que, más que de agenda, somos de apuntar lo recordado a última hora en lo primero que se pilla; dícese post-it, libretilla, trocico de hoja y, por supuesto, la mano. Pues a nosotros siempre nos viene bien tener a alguien cerca que disponga de agenda (Por La Palma he oído que desconocen ese término)
El zapatito nuevo ya está limpio y preparado, a ver si los deseos se cumplen...por el Rosario se ha pedido que las musas no te abandonen nunca, espero disfrutar de más de tus creaciones.
Un besico

Lucano dijo...

Entonces, Lola, te quedarán unas agendas de exposición, o por lo menos "de tercer cajón". Otro beso y la misma ilusión para esta noche mágica.

Arnea, que me llegas disfrazada de "anónimo", a los que dejamos siempre la agenda y cualquier otro Papel De Apuntar en casa, nos venís de perlas los del post-it, la libretilla... pues las musas irrumpen por sorpresa. En La Palma o donde quiera que acabemos habrá que llevar por lo menos una libretilla de laboratorio en la bata, ¿verdad? Otro besico hacia la calle Rosario.

Ana Pedrero dijo...

Dulce, dulcísimo carbón para nuestro Lucano en la noche de Reyes, esa que tiene nombre de cinco de enero.

Yo siempre he sido un desastre y soy del tercer grupo, al que no nombras: los que sabiendo que la necesitamos no lo hacemos y vamos apuntando todo en tinta morada en los cuadernos, en tinta azul en la piel y en tinta de olvido en la cabeza. Este año he hecho el firme propósito de intentar llevar una, aunque sea la más cutrica del pueblo, a ver si aprendo a darle nombre a los días.

Espero que en la suma final aparezca tu nombre escrito en muchos momentos compartidos y muchas alegrías que nos depare este dos mil ocho. Que la capilla dorada sea un lugar de referencia y el autobús de Salamora el apeadero de reencuentros y hasta luego. Y, sobre todo, apuntarme un pie de página para que no se me olvide que siempre quiero volver.

Un abrazo.

Lucano dijo...

Berrendita, cuento con tu nota al pie a perpetuidad ;-)

En la capilla dorada, y concretamente en su hermana pequeña que solemos llamar "Los Dolores", es donde Melchor ha querido traerme la célebre agenda para nombrar días. Guardaba un asombroso parecido con un famoso azul que igual viene por aquí.

Han sido Reyes mágicos y espléndidos: por el rato en el salón de casa, por la Misa en la capilla dorada, por la visita de Inma, por la victoria de la Unión en el último minuto, por ese precioso Jesús de grafito...