viernes, 8 de febrero de 2008

¿Tienen mesa para nueve?

Vuelvo una semana atrás y me ubico en un punto indeterminado de la provincia de Burgos, entre Briviesca y Miranda de Ebro, a bordo del tren Salamanca-Hendaya. No viajaba en tren desde una de las visitas a Las edades del hombre en su edición abulense. Luego había llovido, como nos llovería la noche del viernes en Vitoria. RENFE no fue puntual, porque llegamos con seis minutos de adelanto sobre el horario previsto. Lo suficiente para rendir los honores de ordenanza a los/las (¿?) komunak de la estación gasteiztarra (o sea, los aseos) y que al salir llegase Quique a los andenes. Y desde entonces, aurrerá de la segura mano del anfitrión. La ruta desde la estación hasta su casa nos sirvió para dibujar la silueta del casco antiguo, pequeña y escarpada almendra que corona esa Catedral con los huesos al aire, con los secretos a medio desvelar en la segunda parte de "Los pilares de la Tierra". De ahí la presencia de Ken Follet junto a las piedras y andamios del templo, y es que "Un mundo sin fin" bebe del agua gris y vieja de esta seo abierta por obras, como enuncia el lema turístico. Si la vieja Catedral corona la almendra, a sus pies se halla la Plaza de la Virgen Blanca, cerrada por obras. Debe ser que en Vitoria ya no quedan fábricas de flores, porque el Ayuntamiento ha optado por sustituir todo el exorno vegetal por losas más nuevas pero más grises que el agua catedralicia. Yo podría recomendarles un inmejorable proveedor. En el centro del ágora, resiste a las excavadoras el monumento "A la batalla de Vitoria", subtitulado en su basamento "A la independencia de España"; aunque alguien oscureció la palabra España, se sigue leyendo en la distancia. Y si no se leyese, se sobreentendería como es natural. Al cabo del fin de semana, unos cuantos paseos terminaron por empaparnos del meollo de la ciudad. De su Carnaval participativo y exultante de comparsas y disfraces y de su San Blas de bendición y carritos de la compra que por un domingo salieron a la calle. De sus txapelas de chocolate. De su cinturón verde, sus centros cívicos, sus ciclistas por las aceras. De sus herriko-garitos y su Corte Inglés. De su Misa de domingo en parroquia moderna con notable retablo barroco y un paso de la Cena de Olot listo para procesionar.

Vitoria fue el campamento base, donde fuimos llegando los expedicionarios. Mercedes y yo, los primeros. De anochecida el tándem procedente de Zaragoza, Tere y Gonzalo. De noche cerrada, porque se les antojó dar un garbeo por Burgos, los cuatro jinetes del Apocalipsis: Miguel, Fer, Rodi y Omar. Porque cualquier diferencia de lo ocurrido con el Apocalipsis es simple coincidencia. Secreto de sumario... pero hay fotos, vídeos, y hasta pruebas periciales de cuyo contenido no quiero acordarme. Menciono los pecadores pero no los pecados. (Vale, chicos, yo también soy apocalíptico por momentos...).

Teniendo San Sebastián a una hora, el sábado se lo teníamos que dedicar a La Concha y a Ondarreta, al "Peine de los vientos" y al Kursaal. A las calles elegantes de una ciudad elegante. A su Salamanka pasealekua en la desembocadura del Urumea. A los pinchos más caros de la historia en un casco antiguo ambientado por la animosa (y engullidora) afición del Éibar que esa tarde jugaba contra la Real en Anoeta. Me queda la espina clavada de no haber situado Atocha: para la segunda visita.

El regreso desde Donosti hasta la pensión Amaia merecería no una entrada, sino una denuncia al Defensor del Pueblo: ¡con menuda travesía nos obsequió el GonzaloPS! Aquello era la etapa reina de la Vuelta al País Vasco. ¡Y con nocturnidad! Toboganes, curvas, revueltas, arcenes imaginarios... De tal manera, que una cama dura y una almohada incómoda nos hicieron exclamar: ¡hogar, dulce hogar!

Llegados al verdadero hogar no dejamos de recordar las incontables peripecias y, aun incontables, se las contamos a quienes nos faltaron allí, porque lo suyo hubiera sido titular... ¿Tienen mesa para veinte? El viento nos hubiera peinado a todos con su caricia vigorosa y caliente. Entonces, ya estamos tardando en maquinar la próxima escapada. El miércoles que viene, reunión de urgencia.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Un fin de semana lleno de momentos inolvidables, con unos compañeros de fatigas inmejorables. Qué puedo decir aparte de que estoy deseando que llegue la próxima aventura power y disfrutarla tanto como esta.
Como bien apuntó Fer hay un ausente en las fotos: Miguel, siempre estarás en nuestros corazones.
Muchas gracias a todos los gachos y a la otra gachi por acogerme tan bien. Besicos

Lucano dijo...

No lo apuntó bien: Miguel está junto a Omar en la del "Peine de los vientos". Que la próxima sea pronto, y la disfrutemos como sabemos hacerlo. Un besico, Arnea.

Miguel Angel Cardares dijo...

Ahi estaba yo, peinandome con el viento. Gran fin de semana, y ahora, Zurich o Tokyo, ¿quién da más?

Lucano dijo...

Seattle, Zurich, Tokio... ¡Tenemos más corresponsales que RTVE! Seguro que yo soy el que acabo en el sitio menos exótico, aunque a saber qué entenderemos en el futuro por exotismo...

Miguel Angel Cardares dijo...

Bien, bien. La próxima escapada ya está en camino, a la hora exacta, puntual como nunca y con aroma de chocolate... mmmmm.

Anónimo dijo...

Precisa ciudad Donosti!!!! Por cierto, Atocha estaba junto a la estación del tren. Para la próxima espero poder hacerte de guía. Muaks

Lucano dijo...

Habrá próxima, claro, y me guiarás. Podríamos llegar en tren, y llegar y besar Atocha ;-)

Unknown dijo...

Bueno, a la próxima espero poder apuntarme. Muy buena pinta tiene lo de Zurich!!!! ^_^

Lucano dijo...

Contamos contigo, figura.