viernes, 16 de mayo de 2008

El penúltimo jueves

Porque nunca he pensado que fuera el último. Han sido bastantes y vendrán más. Así lo espero mientras me resisto a despedirme. Con éxito, pues no me he despedido. Hay lugares y personas de las que uno nunca se despide porque ya van consigo para siempre, y a ellas se vuelve de una u otro forma. Cada jueves me parecerá que cruzo el Puente Nuevo y llamo a la puerta a eso de las cuatro: "Soy Tomás".

Traspasé sus umbrales allá por el verano de 2004. Recuerdo nítidamente cuando Manoli me enseñó la casa y cuando Garito me contó su historia, que cumplía por aquellas fechas una década. Ese verano aprendí mucho y desde entonces no he dejado de hacerlo cada jueves. He hecho una lista y me salen más de sesenta nombres de maestros: residentes, trabajadores, voluntarios. Lecciones de vida, una tras otra. Aburrimiento y carcajadas. Caídas en picado y recuperaciones a fuerza de tesón. Sonrisas conquistadas en un mar de lágrimas. Palabras de ánimo, de agradecimiento, de dolor. Elocuentes silencios. Reuniones provechosas, proyectos siempre vivos, testimonios y campañas. Horas de hospital. Trasiego de muletas y sillas de ruedas. Español con deje gitano o con acento granaíno (¿español?), portugués, checo, lingala. Hijos y mujeres dejados atrás, puertas de iglesias, exilios, reformatorios, celdas de aislamiento. Despedidas y entierros, vidas nuevas, vueltas a casa.

Pero siempre La Casa. Nuestra Casa. Y pronto, la nueva casa, que será La Casa, la Nuestra. Un espacio nuevo para un tiempo también nuevo. Estaré menos, pero estaré. Sabré que Ángel seguirá escribiendo libros y echará cada semana la quiniela, y si un siglo de éstos el Atleti nos da una alegría la celebraremos juntos. Sabré que Esmeralda me esperará, para cuando me den plaza de médico en Tejares, si es que no pide el traslado a un consultorio de Zamora. Sabré que Joaquín habrá resuelto el Sudoku del periódico y así todos los días. Sabré que cuando vea a Leta me dará dos besos como sólo saben besar en el olvidado Sur. Sabré que Juan Ramón se acordará de mí, aunque hayamos coincidido tan poco. Sabré que Loli hablará en "madrileño" cuando no esté durmiendo. Sabré que Luiz creerá que le entiendo todo cuando me cuenta cosas de Lisboa. Sabré que Milan buscará nuevos caminos en esta tierra más cálida que la suya. Sabré que José Antonio añorará su idolatrado Burgos y los años en que defendía la portería del Logroñés. Sabré que Estrella puede correr tanto como yo si es que llega nuestro autobús antes de la hora.

Sabré que ningún jueves será el último. Porque La Casa es mucha Casa y allí también tengo mi lugar.

6 comentarios:

El Justiciero de la Dalmática dijo...

Veo que no soy el único que se resiste en estos días a despedirse y decir adiós. Seguro que vendrán más, así también lo espero yo.

Lucano dijo...

Seguro que sí. Tú dejas el colegio ahora, pero siempre lo llevarás contigo. Siempre estará ahí. Siempre habrá quien siga imitando a los profesores más célebres. Siempre habrá quien recuerde aquella excursión, aquella clase, aquella rutina con encanto...

Ana Pedrero dijo...

Tomás, seguro que hay muchos más jueves. En Zamora, en Salamanca, en Salamora. Siempre hay alguien que necesita una casa como tu casa de los jueves. Siempre hay a quien dedicarle una sonrisa y a quien ofrecerle los brazos cuando los suyos no tienen fuerza para sostener el mundo.
Un besito.

Félix dijo...

No encuentro palabras. Por eso, acepta mi silencio, con cariño.
Cordialmente,
félix

Vitote dijo...

Se me eriza el vello Tomás. Seguro que volverás. Y Zamora es una pequeña gran ciudad que te adoptará con los brazos abiertos. Y tus pacientes van a ser unos privilegiados.

A cuidarse...a por todas

PD:¡NUMANCIA A PRIMERA...ATLETI A CHAMPIONS!

Lucano dijo...

Berrendita, en su debilidad, son los que más sostienen. Nos sostienen a todos. Siempre sostiene lo frágil, lo que se dobla para hacernos fuertes.

Félix, el silencio, ese gran ingrediente de los jueves. Porque a menudo consiste en estar, sin decir nada.

Vitote, muchas gracias y mucho ánimo. Pronto estarás en las mismas, apenas dos años que volarán. Y en ellos, entre otras muchas emociones,nos daremos un garbeo por Neptuno con una Copa de Europa.