
No imaginaba que ese libro que me prestó
el caminante, al salir de la Misa del domingo, iba a tenerlo leído y releído antes de pisar Lisboa. Pero sí. Me encandiló
Francisco Robles, o quizá primero la aclaración de Carlos Herrera sobre el título en su prólogo:
"Yo mismo, amable lector, soy un tonto de capirote. Acaso usted también. Sin ir más lejos, el propio autor tengo a ciencia cierta que lo es". Se sucedieron los dos minutos escasos de lectura que esbozaban al tonto del costal y a su igual/desigual, la tonta del precostal, al sacrificado tonto del palquillo, al agrandado del consejo, al obsesionado de las normas, a los diversos tontos del pregón o de los palcos, al de la informática y a la de la mantilla, al de barniz culto del léxico y al inculto feliz sin barniz del bar cofrade, a los inquilinos del andén del atontamiento y a la amantísima
mater tontorum, al osado tonto del carrito y al presumido de La Campana, al tonto pedante del "fíjate" y al repelente niño del tonto (que no se llama Vicente, sino Ciriaquito Capilla), a los de las diferentes tertulias en versión playera o universitaria, que tertulianos tontos hay en todas partes, al consumista tonto de la boutique que compra en la paradisíaca (para él) boutique del tonto (porque el tonto de las colecciones compra en el quiosco) y al tonto del cotilleo que seguro también tendrá tiempo de ser el tonto de las vivencias, según sea Semana Santa o alguna de las otras cincuenta y una. Por último, dibuja con mucha sorna al
tonto de los tontos con que se define/identifica el autor, que se confiesa ingenuo por esperar una acogida irónica de sus irónicas palabras, las que algunos nunca se hubieran atrevido a escribir, y menos publicar. La lectura rápida de los retratos de Robles me ha sonado a la consulta frecuente del exhaustivo y no menos irónico
Diccionario Secreto de la Semana Santa de Sevilla por obra y gracia, sobre todo gracia, de Antonio Burgos. Sin pisar Lisboa pensé en los tontos de capirote de nuestra Semana Santa salmantina, que quizá no dé para un diccionario secreto pero sí para un retablillo de tontunas, con varios cuerpos y predelas. Todos tenemos un poco de todos los géneros de tonto, aunque predomine alguna de las características. Escojo para mí al tonto de las moniciones de entrada, al de la dalmática, al del correo electrónico semanal... y los que otros verán mejor. Me pareció distinguir, en un compartimento del SudExpress, a la orilla del Tajo/Tejo en su estuario, al tonto de la llave inglesa, al del pan de oro, al de la vara de mando, al del paso nuevo, al de la salida extraordinaria, al del cambio de itinerario, al del enésimo mandato, al de la coronación canónica para alargar el nombre de la Virgen, al del proyecto fundacional, al del curso de formación, al del
pin en la solapa, al del chiste fácil, al del hábito raído, al de la donación anónima, al del foro ciber-cofrade, al que ora con la corneta, al que pregunta en las Juntas, al que calla y otorga... A todos ellos y a algunos más, benditos tontos, que en el fondo los demás tontos queremos, aunque en la superficie parezcan malditos y sea odio lo que aparenta relacionarnos. Pero no. Es todo artificio. Es tramoya que habrá de venirse abajo cuando nos descubramos, un día de éstos, y nos sintamos solos, mermados en número, a bordo de un barco que fluye seguro porque es de los nuestros Quien calma las tempestades, o mejor, somos de Él, pero debiera navegar con más aplomo. Seguiríamos siendo tontos, pero seríamos más buenos y más felices. Bien lo dice la última página:
"La VIII edición de este libro vio la luz de la cuaresma sevillana el día 1 de marzo de 2006, Miércoles de Ceniza, cuando la ciudad se entregaba en los brazos de la víspera y los Tontos de Capirote nos recreábamos con la lentitud de sus incomparables atardeceres. Conclusión: no tenemos remedio, ni puñetera falta que nos hace. Adobvs factvs est". Pues eso. Que somos tontos de capirote o de capuchón, de caperuz, capuz o cucurucho, que no tenemos remedio, ni puñetera falta que nos hace.
11 comentarios:
Feliz regreso.
El bollus
(ya contarás)
¡No tenemos remedio!
Cordialmente,
Félix
¿Acaso necesitamos remedio? Sinceramente, creo que no.
Un fuerte abrazo.
Ya contaré, claro que sí, "Bollus" ;-)
Félix y Conchero, ni lo tenemos ni lo necesitamos. Y tan contentos...
me alegro mucho q te haya gustado!
yo también reconozco que soy un tonto de capirote! y tampoco quiero tener remedio!
un abrazo!
Lo nuestro no es tontura es simplemente "enfermedad crónica".
Lo malo es que de Tontos del Capirote pasemos a "CACIQUES DEL CAPIROTE" que de esos en Salamanca aún queda alguno.
Un saludo a todos.
Caminante, ya somos dos... o doscientos, o dos millones ;-)
Iacobus, crónica e incurable, aunque la "cacicoterapia" puede hacer estragos ;-)
Bienvenido al club de los tontos de capirote
Buenisimo el libro
Un saludo
Gracias, Alfredo. Me siento como en casa ;-) ¡Hasta pronto!
Pues ya que estáis aquí, buen libro, Tomás.
Y sí, por si alguien lo dudaba Tontos de capirote...en mayor o menos grado
Un beso, Tomás.
Tontos de distinta graduación, pero tontos al fin y al cabo, con el capuchón puesto y sin él ;-)
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